Esta ilustración parte de una figura real, mi perro Lucas, pero reinterpretada desde una óptica más oscura y simbólica.
Lejos del retrato amable, aquí quise explorar su carácter dominante y su alma de macarra, esa mezcla de fuerza, desconfianza y carisma que lo define.
La composición frontal, los contrastes duros y la expresión desafiante contribuyen a crear una presencia casi intimidante, como si el espectador estuviera siendo evaluado por el propio personaje.
No es solo un homenaje, sino un estudio sobre la autoridad natural y los matices que puede adoptar un vínculo afectivo cuando se transforma en narrativa visual.